Guillermo Tell y la Guerra de los Mundos.

En esta última semana (en la que por cierto, volví a asistir a la Feria del Libro de Madrid sin pena ni gloria), conseguí un ejemplar de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells. Un libro, que quería leer desde hacía varios años.
También leí Guillermo Tell, de J. Ch. Friedrich Schiller. Y no pude evitar ver las similitudes entre estas dos obras, asimismo que con las mías.


Por un lado, la historia de Tell es el típico relato idealista, que defiende que un solo individuo puede cambiarlo todo, acabar con las injusticias... Tell lo logra con su tercer encuentro con Gezsler, su cruel antagonista, el típico gobernador tiránico que hace lo que le da la gana, porque se sabe amparado por las esferas superiores del Imperio Austro-húngaro. Por lo contrario, a pesar de ser una obra de ciencia ficción, La Guerra de los Mundos resulta ser mucho más realista. ¿Qué podría hacer el bueno de Tell, con su ballesta, ante una panda de marcianos cabreados y acorazados con su alta tecnología? Lo más probable es que tuviera que huir, al igual que el protagonista de La Guerra de los Mundos, que cuenta en primera persona todo lo que pasa a su alrededor cuando Inglaterra es atacada por los marcianos, viviendo una pesadilla que solamente acabará cuando los invasores padezcan bajo los efectos de los seres más humildes que Dios puso en la Tierra.
Pero a la hora de comparar las dos obras, es curioso cómo el instinto territorial de ambos autores se hace patente. En la obra de Schiller, se plasma la difícil convivencia entre suizos y austriacos, empeorada por la pésima gestión xenófoba de Gezsler. Siendo él de origen austriaco, está convencido de que los suizos, como Tell, son seres inferiores, que puede disponer de sus vidas a su antojo. Mientras tanto, en la obra de Wells, se hace un retrato variopinto de la sociedad inglesa. Si en las películas actuales de invasiones alienígenas, los malos de allá arriba siempre aterrizan en Estados Unidos, en este libro, los marcianos aterrizan en Inglaterra en varias oleadas, en el año 1900. Es curioso cómo la flema inglesa no ha variado desde entonces. A pesar de que los marcianos ya habían empezado a aniquilar personas, no cundió el pánico en la población, hasta que se ven obligados a huir del territorio dominado por Marte. Al leer esta parte, no pude evitar acordarme de ese chiste contado por Raul Sender, en el que el lord que vivía en una mansión al lado del Támesis, no reaccionó ante las  sucesivas advertencias de su mayordomo sobre la alarmante crecida del río, hasta que el agua entró dentro de su casa...
Mención aparte merece la comparación de estas dos obras con las mías. En el caso que atañe a este bolg, "La odisea de Tashiko", la protagonista termina pareciéndose a Gullermo Tell, pero al final de la obra. No sé si estarán percatando los lectores que se están enfrentando a mi última novela publicada, pero Tashiko cambia y evoluciona a lo largo de la historia. No es la misma chica, la del principio y la del final. También tengo que reconocer la influencia de H. G. Wells en mi obra (y en toda la ciencia ficción que se escribió después de 1898). Fue el primero en describir seres de otro planeta, a esos marcianos con grandes cerebros, carentes de glándulas y de sistema inmunitario, y que tienen que extraer la sangre de sus presas para poder vivir, ya que también les falta el tubo digestivo. Es una descripción muy audaz para su época, porque hoy en día, se saben muchas más cosas de Marte que entonces. En este libro, se atribuía la debilidad inmunitaria de los marcianos, a que el planeta rojo era tan antiguo, que ya no había microorganismos en ese planeta, que ya habían sido erradicados siglos atrás. Irónicamente, este tipo de vida microbiana es la única que esperamos encontrar en Marte. De hecho, hoy se cree que estos microbios son los seres vivos más abundantes en el universo, capaces de viajar en asteroides de un planeta a otro. Hay que tener en cuenta que esos organismos microscópicos no se dedican solamente a provocar enfermedades. También participan en varios ciclos de la materia. Sin microorganismo, las plantas no crecerían y el ganado se debilitaría. Son más importantes de lo que la gente piensa, y así lo plasmo en mi última novela publicada, "La odisea de Tashiko", escrita por Eugenio Piñeiro Mejuto y publicada por Ediciones Atlantis.

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