5 tópicos de la ciencia ficción.
En esta entrada hablaré de tópicos que aparecen a menudo en este género y que el común de los mortales tiene asumidos como ciertos. Son cinco conceptos equivocados que trato de corregir en mis novelas.
1- El rugir de los motores de una nave espacial volando entre las estrellas. Es un tópico que George Lucas hizo popular en su saga de Star Wars. Quien más y quien menos, cuando se acuerda del Halcón Milenario, no puede evitar rememorar también el sonido de sus potentes motores.
Pero lo que no es tan de dominio público, es el tema de la propagación del sonido en el vacío del espacio exterior. Cualquiera que tenga conocimiento de los más mínimos conceptos de Física, sabe que el sonido es una onda onda que se propaga por un medio fluido al producirse ciertas vibraciones. Y si el espacio exterior está vacío, carente de cualquier tipo de materia, entonces, un observador exterior a un artefacto que pasa cerca navegando con sus motores, no puede oír el sonido de estos componentes.
Este fenómeno se ha retratado fielmente en títulos como 2001, una odisea en el espacio, del genial Stanley Kubrick. Y en menor medida, en series televisivas, como Babylon 5 o Serenity.
El problema es que el consumidor de este tipo de cine está tan habituado a que se oigan los motores, los disparos y las explosiones en una batalla espacial, que le resultaría extraño presenciar semejante espectáculo pirotécnico sin poder oír estos sonidos. Así que al menos, en el caso del medio audiovisual, se debería montar estas batallas con una banda sonora épica de fondo, como en el vídeo que ilustra esta entrada.
Por mi parte, en mis novelas procuro tratar el tema del sonido desde la perspectiva del protagonista de turno que viaja dentro de su vehículo espacial. Suele captar los ruidos producidos dentro de su nave, al mismo tiempo que presencia lo que sucede en el exterior del casco en completo silencio.
Y dentro del apartado de las batallas espaciales, también podría hablar de la Física de los fragmentos que estallan y se quedan en el sitio en vez de dispersarse. Pero creo que este detalles debería explicarse con mayor profundidad en posibles futuras entradas.
2- Las comunicaciones radiofónicas son instantáneas. Es otro de los tópicos que me chirrían al ver ciencia ficción. El universo tiene su tamaño, las distancias astronómicas son las que son y ninguna señal de radio supera la velocidad de la luz. Por esta razón, cuando la Nasa manipulaba el Curiosity, ese coche teledirigido que enviaron a Marte, lo tenían que hacer en diferido. Así que cuando enviaban instrucciones a este robot, tenían que esperar unos minutos a que la señal llegase a Marte, y luego, aguardar otros tantos minutos a que el Curiosity contestase con sus imágenes captadas.
Es decir, que en la famosa batalla de Yavin IV de los Rebeldes contra la Estrella de la Muerte, las transmisiones radiofónicas entre la base rebelde y el escuadrón de cazas deberían hacerse con cierto retardo. Y no hablemos de la estación Starkiller del episodio VII, capaz de arrasar todo un sistema estelar con un único disparo. Es curioso cómo los observadores exteriores, incluyendo a Han Solo, se dan cuenta al instante de que acaba de desaparecer el sistema estelar vecino. O al menos, la escena está montada dando esa impresión. Tengan en cuenta que si, de pronto, desaparece el sistema Alfa-Centauro, nosotros no nos daremos cuenta hasta que pasen 4 años, porque es el tiempo que tarda la luz de este sistema binario en llegar a la Tierra.
Una solución sería recurrir a la física cuántica y que los personajes se comuniquen entre ellos con señales subespaciales, como sucede en Star Trek. En el caso de "La odisea de Tashiko", aunque hay ocasiones en el que se recurre a señales subespaciales, prefiero resaltar el retardo de minutos (o incluso años) de las transmisiones radiofónicas. Así puedo recalcar la soledad que experimentan los viajeros espaciales, que se adentran en el vacío sideral conscientes de que no podrán pedir ayuda ante el primer percance que sufran.
3- Los viajes por el hiperespacio duran unos pocos minutos. Como ya mencioné en el anterior apartado, el universo tiene el tamaño que tiene. Así que los viajes interestelares duran lo suyo, aunque puedas acercarte a la velocidad de la luz, porque entonces entra en juego la Ley de la Relatividad de Einstein, que dice que el tiempo pasa más lento para un objeto que viaja a la velocidad de la luz, a la vez que, para un observador externo, el tiempo transcurre con normalidad. Ya saben, es la típica historia de los dos gemelos, que uno de ellos viaja por el espacio a la velocidad de la luz, y cuando vuelve a la Tierra, se encuentra con que su hermano ya es un vetusto anciano.
Para superar este escoyo, muchos autores apuestan por el hiperespacio, esa dimensión casi mágica, paralela a nuestro universo y que nos permite acortar las distancias entre los sistemas estelares. También está la posibilidad del motor de curvatura, que literalmente pliega el tejido del espacio, un fenómeno que se muestra muy bien en las últimas películas que se hicieron de Star Trek.
Yo también hecho mano de estos métodos de viajes supralumínicos para hacer viajar a mis personajes, pero con un par de salvedades.
Primero, que viajar de un sistema estelar a otro no se produce de manera instantánea. Suelen ser viajes de varios meses o incluso años. Así que viajar por el espacio es igual que hacerlo como en un barco por el mar, en los traslados de varios meses, o hay que recurrir a métodos de animación suspendida, como en el caso del viaje de varios años.
Y segundo, he vaticinado un pequeño inconveniente que da más complejidad a mis relatos. Las naves que viajan por el hiperespacio están influenciadas por la gravedad de los grandes astros. Significa que si una de mis naves salta al hiperespacio cerca de un planeta o de otra nave muy masiva, literalmente se partirá en dos. Es un fenómeno que plasmé en "El Heraldo del Caos", y que también sucede en "La odisea de Tashiko", dando lugar a la primera escala accidentada del viaje iniciático de la protagonista.
Así que ya saben de lo que pienso de esa otra escena de El despertar de la Fuerza, cuando el Halcón Milenario sale de la velocidad luz dentro del campo de fuerza de la estación Starkiller; está muy pillada por los pelos.
4- Hay humanoides habitando todos los planetas. Cualquiera que haya visto la serie original de Star Trek y se acuerde del capitán Kirk ligando con la alien maciza de turno, sabe de lo que hablo. Es un gran topicazo de que en todos los mundos habitados haya seres semejantes a seres humanos. Por no hablar de que siempre es la misma composición atmosférica o que el campo gravitatorio es el mismo, que son dos factores con los que también juego en "La odisea de Tashiko". Porque si examino la variabilidad biológica de la Tierra, los humanos no somos los seres vivos más abundantes. Los insectos nos superan, al igual que los microorganismos o los diferentes filos de gusanos. Es una variabilidad que también intenté plasmar en el universo que describo en "La odisea de Tashiko", en donde abundan los seres insectoides y vermiformes.
Pero claro, siempre será más barato maquillar a un actor para hacerlo pasar por extraterrestre, que generar por ordenador a toda una criatura inhumana.
5- Vayas adonde vayas, todos hablan tu idioma. "Tú eres el alien, tú hablas mi idioma", se acusaban tontamente los protagonistas de Planet 51. Es una idea que existe porque está muy arraigado en la cultura anglosajona, pues los americanos y los ingleses (que son los que más ciencia ficción producen), viven en la Tierra convencidos de que todos dominamos la lengua de Skaspearre (¿Se escribe así?).
Así que por esta regla de tres, todo ser vivo en el universo habla inglés. Es un axioma que se admite en este género, si exceptuamos el Klingon o el Élfico.
Cuando escribí "El Observador", una novela ambientada en el tecnológico mundo actual, me limitaba a dialogar las conversaciones que se hacían en español. Cuando hablaba un extranjero con otro, describía el diálogo sin más. Así me ahorraba tener que narrar las traducciones simultáneas dentro del Sistema, los principales antagonistas de la mencionada novela.
En "La odisea de Tashiko" doy otra vuelta de tuerca con este tema. Al principio de la novela, la protagonista solamente sabe hablar hispalense. Si se imaginan al idioma español catalanizado, galleguizado, argetinizado y mexicanizado, ya se pueden hacer una idea de cómo sonaría. Pero fuera de las fronteras de su civilización, se hablan otras lenguas. Así pues, los piratas espaciales se expresan en germano-finlandés. Hay una secta religiosa que habla en neo-latín. Y hay un par de civilizaciones que utilizan el anglonés...
De hecho, aprender algunas de estas lenguas, es una de las decisiones que toma Tashiko a lo largo de su odisea. Porque el desconocimiento de una de ellas provocó la muerte de algunos de sus aliados... Pero ya estoy tirando demasiado de la manta... Será mejor que lean "La odisea de Tashiko".
1- El rugir de los motores de una nave espacial volando entre las estrellas. Es un tópico que George Lucas hizo popular en su saga de Star Wars. Quien más y quien menos, cuando se acuerda del Halcón Milenario, no puede evitar rememorar también el sonido de sus potentes motores.
Pero lo que no es tan de dominio público, es el tema de la propagación del sonido en el vacío del espacio exterior. Cualquiera que tenga conocimiento de los más mínimos conceptos de Física, sabe que el sonido es una onda onda que se propaga por un medio fluido al producirse ciertas vibraciones. Y si el espacio exterior está vacío, carente de cualquier tipo de materia, entonces, un observador exterior a un artefacto que pasa cerca navegando con sus motores, no puede oír el sonido de estos componentes.
Este fenómeno se ha retratado fielmente en títulos como 2001, una odisea en el espacio, del genial Stanley Kubrick. Y en menor medida, en series televisivas, como Babylon 5 o Serenity.
El problema es que el consumidor de este tipo de cine está tan habituado a que se oigan los motores, los disparos y las explosiones en una batalla espacial, que le resultaría extraño presenciar semejante espectáculo pirotécnico sin poder oír estos sonidos. Así que al menos, en el caso del medio audiovisual, se debería montar estas batallas con una banda sonora épica de fondo, como en el vídeo que ilustra esta entrada.
Por mi parte, en mis novelas procuro tratar el tema del sonido desde la perspectiva del protagonista de turno que viaja dentro de su vehículo espacial. Suele captar los ruidos producidos dentro de su nave, al mismo tiempo que presencia lo que sucede en el exterior del casco en completo silencio.
Y dentro del apartado de las batallas espaciales, también podría hablar de la Física de los fragmentos que estallan y se quedan en el sitio en vez de dispersarse. Pero creo que este detalles debería explicarse con mayor profundidad en posibles futuras entradas.
2- Las comunicaciones radiofónicas son instantáneas. Es otro de los tópicos que me chirrían al ver ciencia ficción. El universo tiene su tamaño, las distancias astronómicas son las que son y ninguna señal de radio supera la velocidad de la luz. Por esta razón, cuando la Nasa manipulaba el Curiosity, ese coche teledirigido que enviaron a Marte, lo tenían que hacer en diferido. Así que cuando enviaban instrucciones a este robot, tenían que esperar unos minutos a que la señal llegase a Marte, y luego, aguardar otros tantos minutos a que el Curiosity contestase con sus imágenes captadas.
Es decir, que en la famosa batalla de Yavin IV de los Rebeldes contra la Estrella de la Muerte, las transmisiones radiofónicas entre la base rebelde y el escuadrón de cazas deberían hacerse con cierto retardo. Y no hablemos de la estación Starkiller del episodio VII, capaz de arrasar todo un sistema estelar con un único disparo. Es curioso cómo los observadores exteriores, incluyendo a Han Solo, se dan cuenta al instante de que acaba de desaparecer el sistema estelar vecino. O al menos, la escena está montada dando esa impresión. Tengan en cuenta que si, de pronto, desaparece el sistema Alfa-Centauro, nosotros no nos daremos cuenta hasta que pasen 4 años, porque es el tiempo que tarda la luz de este sistema binario en llegar a la Tierra.
Una solución sería recurrir a la física cuántica y que los personajes se comuniquen entre ellos con señales subespaciales, como sucede en Star Trek. En el caso de "La odisea de Tashiko", aunque hay ocasiones en el que se recurre a señales subespaciales, prefiero resaltar el retardo de minutos (o incluso años) de las transmisiones radiofónicas. Así puedo recalcar la soledad que experimentan los viajeros espaciales, que se adentran en el vacío sideral conscientes de que no podrán pedir ayuda ante el primer percance que sufran.
3- Los viajes por el hiperespacio duran unos pocos minutos. Como ya mencioné en el anterior apartado, el universo tiene el tamaño que tiene. Así que los viajes interestelares duran lo suyo, aunque puedas acercarte a la velocidad de la luz, porque entonces entra en juego la Ley de la Relatividad de Einstein, que dice que el tiempo pasa más lento para un objeto que viaja a la velocidad de la luz, a la vez que, para un observador externo, el tiempo transcurre con normalidad. Ya saben, es la típica historia de los dos gemelos, que uno de ellos viaja por el espacio a la velocidad de la luz, y cuando vuelve a la Tierra, se encuentra con que su hermano ya es un vetusto anciano.
Para superar este escoyo, muchos autores apuestan por el hiperespacio, esa dimensión casi mágica, paralela a nuestro universo y que nos permite acortar las distancias entre los sistemas estelares. También está la posibilidad del motor de curvatura, que literalmente pliega el tejido del espacio, un fenómeno que se muestra muy bien en las últimas películas que se hicieron de Star Trek.
Yo también hecho mano de estos métodos de viajes supralumínicos para hacer viajar a mis personajes, pero con un par de salvedades.
Primero, que viajar de un sistema estelar a otro no se produce de manera instantánea. Suelen ser viajes de varios meses o incluso años. Así que viajar por el espacio es igual que hacerlo como en un barco por el mar, en los traslados de varios meses, o hay que recurrir a métodos de animación suspendida, como en el caso del viaje de varios años.
Y segundo, he vaticinado un pequeño inconveniente que da más complejidad a mis relatos. Las naves que viajan por el hiperespacio están influenciadas por la gravedad de los grandes astros. Significa que si una de mis naves salta al hiperespacio cerca de un planeta o de otra nave muy masiva, literalmente se partirá en dos. Es un fenómeno que plasmé en "El Heraldo del Caos", y que también sucede en "La odisea de Tashiko", dando lugar a la primera escala accidentada del viaje iniciático de la protagonista.
Así que ya saben de lo que pienso de esa otra escena de El despertar de la Fuerza, cuando el Halcón Milenario sale de la velocidad luz dentro del campo de fuerza de la estación Starkiller; está muy pillada por los pelos.
4- Hay humanoides habitando todos los planetas. Cualquiera que haya visto la serie original de Star Trek y se acuerde del capitán Kirk ligando con la alien maciza de turno, sabe de lo que hablo. Es un gran topicazo de que en todos los mundos habitados haya seres semejantes a seres humanos. Por no hablar de que siempre es la misma composición atmosférica o que el campo gravitatorio es el mismo, que son dos factores con los que también juego en "La odisea de Tashiko". Porque si examino la variabilidad biológica de la Tierra, los humanos no somos los seres vivos más abundantes. Los insectos nos superan, al igual que los microorganismos o los diferentes filos de gusanos. Es una variabilidad que también intenté plasmar en el universo que describo en "La odisea de Tashiko", en donde abundan los seres insectoides y vermiformes.
Pero claro, siempre será más barato maquillar a un actor para hacerlo pasar por extraterrestre, que generar por ordenador a toda una criatura inhumana.
5- Vayas adonde vayas, todos hablan tu idioma. "Tú eres el alien, tú hablas mi idioma", se acusaban tontamente los protagonistas de Planet 51. Es una idea que existe porque está muy arraigado en la cultura anglosajona, pues los americanos y los ingleses (que son los que más ciencia ficción producen), viven en la Tierra convencidos de que todos dominamos la lengua de Skaspearre (¿Se escribe así?).
Así que por esta regla de tres, todo ser vivo en el universo habla inglés. Es un axioma que se admite en este género, si exceptuamos el Klingon o el Élfico.
Cuando escribí "El Observador", una novela ambientada en el tecnológico mundo actual, me limitaba a dialogar las conversaciones que se hacían en español. Cuando hablaba un extranjero con otro, describía el diálogo sin más. Así me ahorraba tener que narrar las traducciones simultáneas dentro del Sistema, los principales antagonistas de la mencionada novela.
En "La odisea de Tashiko" doy otra vuelta de tuerca con este tema. Al principio de la novela, la protagonista solamente sabe hablar hispalense. Si se imaginan al idioma español catalanizado, galleguizado, argetinizado y mexicanizado, ya se pueden hacer una idea de cómo sonaría. Pero fuera de las fronteras de su civilización, se hablan otras lenguas. Así pues, los piratas espaciales se expresan en germano-finlandés. Hay una secta religiosa que habla en neo-latín. Y hay un par de civilizaciones que utilizan el anglonés...
De hecho, aprender algunas de estas lenguas, es una de las decisiones que toma Tashiko a lo largo de su odisea. Porque el desconocimiento de una de ellas provocó la muerte de algunos de sus aliados... Pero ya estoy tirando demasiado de la manta... Será mejor que lean "La odisea de Tashiko".
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