¿No hay tradición de ciencia ficción española?
En España no existe tradición de escribir ciencia ficción. Aparte de la dichosa rentabilidad económica, esta frase inicial y en cursiva es la que más me repetían durante el curso de guión audiovisual que hice en A Coruña en el 2012. Se me insistió, una y otra vez, que los guiones para televisión debían ir dirigidos al común de los mortales, que no es productivo escribir obras de género.
En otras palabras, que para triunfar en el mundo del guión audiovisual español, hay que trabajar sobre seguro, sobre temas que ya se conocen como exitosos. Por lo tanto, hay que plagiar y repetir, una y otra vez, una y otra vez, y una y otra vez, las historias cotidianas de una comunidad escandalosa de vecinos, llenar las historias de seres barriobajeros y zafios, que siempre están cometiendo las mismas tonterías, a pesar de lo larga que se hace la serie de turno...
Porque si un guión de género es enviado a una cadena de televisión, será rechazado sistemáticamente (a no ser que esté firmado por algún autor que ya haya vendido un gran éxito). Da igual que un humilde servidor pretenda crear nuevas generaciones de científicos, o que muchos niños de hoy en día quieran ser de mayor porteros de una comunidad caótica de vecinos, o peor aún, famosillos de televisión.
Ni que decir tiene que este curso logró crearme una alergia a la ficción española y a las series en general. Siempre veía cómo se repetían los mismos esquemas, las mismas bromas, las mismas obviedades... Porque, francamente, me aburren, y me daría no se qué tener que ganarme la vida escribiendo relatos que cualquier otro podría escribir.
Por ésta y otras razones, me embarque a la creación literaria, apartándome de la rancia "industria" televisiva española. Lo mio no es hacer mofa y burla de lo cotidiano. Lo mío es transportar al lector a otros mundos, hacerle viajar por el universo, descubrirle nuevas realidades latentes, que pueden afectarle... Ya lo hice con "El Heraldo del Caos" y con "El Observador", y pretendo volver a hacerlo con "La odisea de Tashiko".
Pretendía ser un pionero en España, ayudar a crear la dichosa tradición que tantas veces se me negó su existencia durante el curso, acabando con 20 años de orgullo de ser español, del que disfruté desde la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Otro de los motivos por el que me decidí a escribir ciencia ficción, fue gracias al regalo que una vez me hizo un pariente, que ya había leído un par de relatos cortos de los míos. El presente se trataba de uno de esos libritos de la Editorial Bruguera, titulado "Os ofrezco el Big-Bang". Era un relato que me resultó corto, aunque muy entretenido. Pensé en que yo sería capaz de escribir mejor que el autor anglosajón que firmaba la obra, de elaborar tramas más complejas, de hacer que el lector se entretenga tanto, que también pueda aprender datos científicos sin que se dé cuenta de ello.
Hará unas semanas atrás, publiqué otra entrada con esta misma imagen. Pretendía ser una crítica ácida a los autores americanos de la cultura Pulp. Ya saben, los que luego terminan por firmar guiones de episodios de "Los límites de la realidad" o de "Maestros del Terror". Y preso de mi ignorancia, arremetí contra los autores de estos libritos de Bruguera, convencido de que eran anglosajones, los típicos escritores americanos que se dejan llevar por su memoria histórica, que les dice que la violencia es buena y beneficiosa.
Tuvo que ser uno de estos autores el que se pusiera en contacto conmigo a través de facebook, para iluminarme y sacarme de las tinieblas de mi ignorancia. Me remitió un reportaje digital y escrito de la BBC, en el que se hablaba de este tema.
Pero será mejor que empecemos por el principio. Corrían los años 70, los tiempos del Franquismo y de la censura. La Editorial Bruguera quería diversificar sus obras publicadas, ir más allá de sus publicaciones de Pulgarcito o de Mortadelo, crear una línea editorial destinada a un público adulto. Así se empezaron a publicar relatos escritos por autores ESPAÑOLES que tenían en nómina. Y para pasar por encima de la censura española, la editorial decidió publicar estas historias firmadas con pseudónimos americanos. Así pues, Rafael Barberán pasó a llamarse Ralph Barby. Juan Gallardo Muñoz se convirtió en Curtis Garland. Antonio Vera Ramírez, en Lou Carrigan. Luis García Lecha firmaba como Clark Garrigan, Francisco González Ledesma era Silver Kane...
Eran autores que escribían sobre héroes que luchan contra tiranos opresores, y lo hicieron durante la última década del Franquismo.
Esta revelación supuso un refrescante revulsivo para mí. Esos autores, que yo creía americanos, eran, en realidad, españoles. Y ya estaban escribiendo relatos similares a los míos años antes de mi nacimiento. Por primera vez, desde que hice el cursillo en el 2012, volvía a sentirme orgulloso de ser español.
Pero había algo en este asunto que me escamaba. Porque seguramente, yo no soy el único lector despistado que desconoce este dato. De hecho, este autor tuvo que remitirme un reportaje de la BBC, de un medio de comunicación extranjero, para ponerme al día.
Ya veía yo que estos autores tienen mucho en común con los inventores y científicos españoles, cuyas obras y logros no eran lo bastante valorados en vida.
Y lo que es más probable, ninguno de los maestros que tuve en el cursillo del 2012, tampoco conocía este dato. Porque, como ya mencioné al principio de esta entrada, se me repetía, UNA Y OTRA VEZ, que no existía la tradición de ciencia ficción en España, ni tampoco el de ningún otro género, géneros que estos verdaderos autores pioneros de los libritos de Bruguera, también escribían. Uno de estos autores llegó a vencer más de 18 millones de ejemplares de su obra en todo en el mundo. ¡Y han leído bien! ¡Estoy hablando de millones! Si esto no es crear tradición en España, ¡no sé que será!
Así que desde que estoy felizmente informado de este hecho, mi intención ya no es la de crear esta tradición, sino la de afianzar y proseguir la senda marcada por estos autores nacionales.
Muchas gracias, Rafael y Angels, por iluminarme.
En otras palabras, que para triunfar en el mundo del guión audiovisual español, hay que trabajar sobre seguro, sobre temas que ya se conocen como exitosos. Por lo tanto, hay que plagiar y repetir, una y otra vez, una y otra vez, y una y otra vez, las historias cotidianas de una comunidad escandalosa de vecinos, llenar las historias de seres barriobajeros y zafios, que siempre están cometiendo las mismas tonterías, a pesar de lo larga que se hace la serie de turno...
Porque si un guión de género es enviado a una cadena de televisión, será rechazado sistemáticamente (a no ser que esté firmado por algún autor que ya haya vendido un gran éxito). Da igual que un humilde servidor pretenda crear nuevas generaciones de científicos, o que muchos niños de hoy en día quieran ser de mayor porteros de una comunidad caótica de vecinos, o peor aún, famosillos de televisión.
Ni que decir tiene que este curso logró crearme una alergia a la ficción española y a las series en general. Siempre veía cómo se repetían los mismos esquemas, las mismas bromas, las mismas obviedades... Porque, francamente, me aburren, y me daría no se qué tener que ganarme la vida escribiendo relatos que cualquier otro podría escribir.
Por ésta y otras razones, me embarque a la creación literaria, apartándome de la rancia "industria" televisiva española. Lo mio no es hacer mofa y burla de lo cotidiano. Lo mío es transportar al lector a otros mundos, hacerle viajar por el universo, descubrirle nuevas realidades latentes, que pueden afectarle... Ya lo hice con "El Heraldo del Caos" y con "El Observador", y pretendo volver a hacerlo con "La odisea de Tashiko".
Pretendía ser un pionero en España, ayudar a crear la dichosa tradición que tantas veces se me negó su existencia durante el curso, acabando con 20 años de orgullo de ser español, del que disfruté desde la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Otro de los motivos por el que me decidí a escribir ciencia ficción, fue gracias al regalo que una vez me hizo un pariente, que ya había leído un par de relatos cortos de los míos. El presente se trataba de uno de esos libritos de la Editorial Bruguera, titulado "Os ofrezco el Big-Bang". Era un relato que me resultó corto, aunque muy entretenido. Pensé en que yo sería capaz de escribir mejor que el autor anglosajón que firmaba la obra, de elaborar tramas más complejas, de hacer que el lector se entretenga tanto, que también pueda aprender datos científicos sin que se dé cuenta de ello.
Hará unas semanas atrás, publiqué otra entrada con esta misma imagen. Pretendía ser una crítica ácida a los autores americanos de la cultura Pulp. Ya saben, los que luego terminan por firmar guiones de episodios de "Los límites de la realidad" o de "Maestros del Terror". Y preso de mi ignorancia, arremetí contra los autores de estos libritos de Bruguera, convencido de que eran anglosajones, los típicos escritores americanos que se dejan llevar por su memoria histórica, que les dice que la violencia es buena y beneficiosa.
Tuvo que ser uno de estos autores el que se pusiera en contacto conmigo a través de facebook, para iluminarme y sacarme de las tinieblas de mi ignorancia. Me remitió un reportaje digital y escrito de la BBC, en el que se hablaba de este tema.
Pero será mejor que empecemos por el principio. Corrían los años 70, los tiempos del Franquismo y de la censura. La Editorial Bruguera quería diversificar sus obras publicadas, ir más allá de sus publicaciones de Pulgarcito o de Mortadelo, crear una línea editorial destinada a un público adulto. Así se empezaron a publicar relatos escritos por autores ESPAÑOLES que tenían en nómina. Y para pasar por encima de la censura española, la editorial decidió publicar estas historias firmadas con pseudónimos americanos. Así pues, Rafael Barberán pasó a llamarse Ralph Barby. Juan Gallardo Muñoz se convirtió en Curtis Garland. Antonio Vera Ramírez, en Lou Carrigan. Luis García Lecha firmaba como Clark Garrigan, Francisco González Ledesma era Silver Kane...
Eran autores que escribían sobre héroes que luchan contra tiranos opresores, y lo hicieron durante la última década del Franquismo.
Esta revelación supuso un refrescante revulsivo para mí. Esos autores, que yo creía americanos, eran, en realidad, españoles. Y ya estaban escribiendo relatos similares a los míos años antes de mi nacimiento. Por primera vez, desde que hice el cursillo en el 2012, volvía a sentirme orgulloso de ser español.
Pero había algo en este asunto que me escamaba. Porque seguramente, yo no soy el único lector despistado que desconoce este dato. De hecho, este autor tuvo que remitirme un reportaje de la BBC, de un medio de comunicación extranjero, para ponerme al día.
Ya veía yo que estos autores tienen mucho en común con los inventores y científicos españoles, cuyas obras y logros no eran lo bastante valorados en vida.
Y lo que es más probable, ninguno de los maestros que tuve en el cursillo del 2012, tampoco conocía este dato. Porque, como ya mencioné al principio de esta entrada, se me repetía, UNA Y OTRA VEZ, que no existía la tradición de ciencia ficción en España, ni tampoco el de ningún otro género, géneros que estos verdaderos autores pioneros de los libritos de Bruguera, también escribían. Uno de estos autores llegó a vencer más de 18 millones de ejemplares de su obra en todo en el mundo. ¡Y han leído bien! ¡Estoy hablando de millones! Si esto no es crear tradición en España, ¡no sé que será!
Así que desde que estoy felizmente informado de este hecho, mi intención ya no es la de crear esta tradición, sino la de afianzar y proseguir la senda marcada por estos autores nacionales.
Muchas gracias, Rafael y Angels, por iluminarme.
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