¿Cómo escribir literatura juvenil?
Abro esta entrada para hablar un poco de la literatura juvenil de hoy en día. Me estoy refiriendo a esos libros exitosos, como Los juegos del hambre, El corredor del laberinto, Percy Jackson, las sagas de Divergente y Crepúsculo, Los Cien, o las últimas novelas de Harry Potter.
Para empezar, el protagonista tiene que ser alguien joven, de la misma edad que el lector objetivo. Así que en este género abundan los adolescentes presos de sus impulsos hormonales, de amoríos tempestuosos o que están en rebeldía con la sociedad en el que se han criado.
Es en este último punto en donde surge el conflicto que tiene que existir en toda obra que merezca ser leída. También es en la naturaleza de este conflicto la que marca la diferencia con las antiguas novelas juveniles. Porque el lector joven de hoy en día se está criando en un mundo tecnificado, el planeta de las redes sociales. En muchos casos, son jóvenes que no son capaces de imaginarse como sería vivir sin tener su teléfono móvil a mano. Y este rasgo se refleja en las novelas mencionadas unas líneas más arriba. El protagonista ha crecido en sociedades distópicas, donde, a pesar de la presencia tecnológica, se muestran mucho más deshumanizadas de lo que deberían ser. El protagonista debe luchar, enfrentarse al sistema imperante, para poder lograr sus objetivos.
En otras palabras, que estos libros, además de entretener al lector joven, le preparan para enfrentarse a los posibles desafíos que puede haber en su futuro, aquí, en el mundo real.
Algo por el estilo sucede en "La odisea de Tashiko". Aunque esta novela ha tomado la forma de un cuento para adultos, especialmente recomendada para ninis, un servidor de ustedes sería un necio si no reconociese la influencia de la literatura juvenil en el desarrollo de esta trama. Porque Tashiko también es una adolescente, que se ha criado en una utopía perfecta. No es capaz de imaginarse como sería su vida sin sus comodidades tecnológica-sociales. Y apenas tiene interés por las vidas de los que viven más allá de las fronteras de esta utopía ideal. Al menos, hasta que las tribulaciones de su accidentado viaje la obligan a enfrentarse a estas crudas realidades...
Para empezar, el protagonista tiene que ser alguien joven, de la misma edad que el lector objetivo. Así que en este género abundan los adolescentes presos de sus impulsos hormonales, de amoríos tempestuosos o que están en rebeldía con la sociedad en el que se han criado.
Es en este último punto en donde surge el conflicto que tiene que existir en toda obra que merezca ser leída. También es en la naturaleza de este conflicto la que marca la diferencia con las antiguas novelas juveniles. Porque el lector joven de hoy en día se está criando en un mundo tecnificado, el planeta de las redes sociales. En muchos casos, son jóvenes que no son capaces de imaginarse como sería vivir sin tener su teléfono móvil a mano. Y este rasgo se refleja en las novelas mencionadas unas líneas más arriba. El protagonista ha crecido en sociedades distópicas, donde, a pesar de la presencia tecnológica, se muestran mucho más deshumanizadas de lo que deberían ser. El protagonista debe luchar, enfrentarse al sistema imperante, para poder lograr sus objetivos.
En otras palabras, que estos libros, además de entretener al lector joven, le preparan para enfrentarse a los posibles desafíos que puede haber en su futuro, aquí, en el mundo real.
Algo por el estilo sucede en "La odisea de Tashiko". Aunque esta novela ha tomado la forma de un cuento para adultos, especialmente recomendada para ninis, un servidor de ustedes sería un necio si no reconociese la influencia de la literatura juvenil en el desarrollo de esta trama. Porque Tashiko también es una adolescente, que se ha criado en una utopía perfecta. No es capaz de imaginarse como sería su vida sin sus comodidades tecnológica-sociales. Y apenas tiene interés por las vidas de los que viven más allá de las fronteras de esta utopía ideal. Al menos, hasta que las tribulaciones de su accidentado viaje la obligan a enfrentarse a estas crudas realidades...
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