Religión y espiritualidad.

Dicen que Karl Marx dijo "La religión es el opio del pueblo". Pero en realidad dijo "La religión es el opio del pueblo. Es el espíritu, de un pueblo sin espíritu".
En otras palabras, que Marx reconocía que el ser humano es espiritual, que necesita calmar esas inquietudes espirituales-trascendentales que todos sufrimos. Sin embargo, también denunciaba que la religión, como institución, es tóxica. El problema no es que el obrero oprimido no quiera mejorar su vida y revelarse, porque tenga una fe ciega en una vida mejor tras su muerte. El problema es aceptar, o enseñar, que los paradigmas y dogmas de fe son realidades absolutas e inamovibles.
Los que gozan de una buena memoria histórica lo saben muy bien. Siglos atrás, era un dogma de fe, una realidad absoluta e inamovible, que la Tierra era plana y el centro del universo. De hecho, se acusaba de herejía al que se atreviera a negar la norma establecida. Incluso eran condenados a muerte.
Hoy en día, parece que este problema es más propio de países tercermundistas, en donde imperan otras religiones. Pero no estoy tan seguro cuando oigo que en Estados Unidos todavía hay gente que ignora que la Tierra es redonda y gira alrededor del Sol.
Pero no se engañen. Un humilde servidor, al igual que Marx, no deniega de la fe, no considera que sea malo que la gente tenga fe en seres divinos y superiores. Lo que me escama es la férrea educación de estos dogmas en nuevas generaciones. No sé ahora, pero cuando yo iba al catecismo, se me repetía muchas veces lo de "si no crees en Dios, irás al infierno". Que por otra parte, es el tipo de mensaje que me hizo desconfiar de la Iglesia, como organización institucional que es. Hace más de dos mil años, un humilde y simpático carpintero nos dijo que la verdad nos haría libres. Y no sé ustedes, pero yo no me siento libre cuando me dicen que tengo que ir a misa todos los domingos, para no ir al Infierno después de mi muerte.


Soy español, y observo cómo este problema divide a la sociedad española, que no deja de ser una molesta reminiscencia de la Guerra Civil. Así que no es de extrañar que este tema sea un fetiche en mis novelas. "El Heraldo del Caos" es un alegato contra los paradigmas sociales y religiosos, es decir, contra esos conceptos perjudiciales que se venden como verídicos, cuando no lo son. Lo mismo sucede con "El Observador", que describe las distintas realidades sociales en las que viven los distintos personajes que conforman su reparto coral. Y vuelve a suceder con "La odisea de Tashiko", porque la protagonista se vuelve más espiritual a medida que progresa en su odisea, sobre todo hacia el final del relato, cuando viaja al centro del universo.
También es en esta parte cuando tiene que compartir nave con tres religiosos fundamentalistas, cuya fe les dice que las mujeres son seres inferiores. Durante su odisea, Tashiko pasó por todo tipo de penalidades, incluso fue subastada como esclava y llegó a trabajar como prostituta. Pero solamente fue, en presencia de estas tres personalidades, cuando Tashiko se sintió realmente denigrada como persona, porque la trataban como si fuera una sombra, como si fuera nadie... Y más adelante, cuando por fin llegan al centro del universo y descubren que el panorama se aleja bastante de los dogmas de fe de estos tres religiosos, son ellos los que llegan a ponerse violentos, echándole la culpa a las mujeres presentes a bordo de la nave...
Si me preguntan, prefiero ser espiritual que religioso. Porque la religión divide a la gente, pero la espiritualidad la une.
¿Y cuál sería el camino de la espiritualidad, cuando no se confía en las instituciones religiosas? Pues por muy paradójico que pudiera parecer, el camino de la espiritualidad se hace a través de la Ciencia. Quizá  la Ciencia no trata las verdades que más interesan, pero no son verdades inamovibles y absolutas. Yo creo en la Teoría de la Evolución. De hecho, esta Teoría es capaz de dar sentido a la vida por sí misma, sin tener que recurrir a la intervención divina de seres sobrenaturales (y por otra parte, yo me siento libre con el concepto de la supervivencia del más acto). Sin embargo, si alguien me demuestra que esta Teoría patina, no tengo ningún problema en aceptar como válida una nueva hipótesis, que explique mejor la gran variabilidad de seres vivos en la Tierra (o en el universo).
Porque un científico se lo cuestiona todo hasta encontrar la verdad. Y sobre todo, se cuestiona la veracidad de sus predecesores científicos, porque es consciente de que no eran más que seres humanos, y como tales, pueden equivocarse (Habría que ver qué pasaría con la religión, si los creyentes empezaran a considerar a los antiguos profetas y escribas de libros sagrados, como simples seres humanos, de igual manera que hacen los historiadores y teólogos).

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